sábado, 4 de julio de 2015

6.INFLUJO DE LA RESPUESTA SOBRE LA VIDA HUMANA.

Esta es la primera parte de nuestra peregrinación. Hemos hecho un rápido esbozo de la pregunta y de la respuesta, la respuesta racional y la de la imaginación, la respuesta según la opinión de otro, de la tradición de los padres, del dogma que se acepta, una opinión más, en definitiva; todas ellas no son respuestas verdaderas. Hay también una respuesta del ignorante, la respuesta tácita, de quien nunca quiere hacer la pregunta porque está entretenido con otra cosa y ha suplantado al verdadero Divino por el falso. Por último, la respuesta del Islam: “El es según El mismo lo dice”.


Quiero agregar que la del Islam también es la de Jesús (P), cuando le preguntaron sobre los mandamientos, y él respondió: “Pasarán mis palabras (o pasará este mundo) pero de la ley no pasará un ápice”, y la ley afirma en su primer artículo: “¡Oye Israel! tu Señor, tu Dios, es Uno”, y esto reproduce las mismas palabras del Sagrado Corán antes citadas[1]. Lo que agregó la teología después es otro cantar, él no cantó ese canto, sino que dijo lo contrario.


Veamos ahora, según nuestro esbozo, cómo afecta esta cuestión en la vida concreta del ser humano. Hasta ahora nos mantuvimos en un plano sobre todo teórico, abstracto, vamos pues al plano práctico.


Para nosotros la cuestión de la respuesta que se da, de la actitud que se tiene ante la pregunta por Allah, determina toda la vida del hombre, no sólo un aspecto parcial de ella. No afecta al culto solamente, esta respuesta es la raíz de la vida del hombre, todo lo otro es relativo, ella es absoluta. Afecta la vida en su integridad, no interesa si uno es estudiante de física o de química, médico o labriego, mujer u hombre, ciego o sordomudo, lo que uno afirma, lo que piense como respuesta a esa pregunta: “¿Quién es el Principio de todas las cosas?”, determinará toda la vida, en todos sus aspectos y en su integridad, porque es el eje de la existencia. ¿Por qué es eje?: Porque siempre que el ser humano se relaciona con otros seres se crea un lazo que se llama “amor” o “simpatía”. La palabra “adoración”, no es muy comprensible en el occidente actual, pues se cree que se refiere exclusivamente al culto, pero en árabe “adoración” y “amor” intenso tienen el mismo sentido. El hombre tiene una fuerza en sí mismo, que ejerce continuamente, que a veces llama “simpatía”, y que en realidad es el amor, fuerza presente continuamente, desde que se despierta hasta que cae en el sueño, fuerza de unidad y de comprensión, de relación con el resto de la realidad.


En consecuencia, de acuerdo a lo que ame, el hombre es lo que es: Si ama la riqueza y los bienes materiales, termina siendo un materialista. Hay otros vicios peores, pero hacia donde dirija su amor, hacia donde su corazón se torne, aquello a lo que se adhiera y se apegue, eso determinará su vida. De esto tienen un ejemplo muy simple, el hombre se enamora de la mujer y la mujer del hombre, y comienza a existir entre ellos una fuerza de atracción, como los dos polos del imán. Entonces la mujer determina la vida del hombre, y el hombre determina la vida de la mujer, y de acuerdo a sus pensamientos se van como fundiendo en un sólo ser. Aún más, cuando el matrimonio es muy prolongado y armónico, hasta fisonómicamente se parecen, pues ambos van adquiriendo rasgos comunes.

¿De dónde proviene esa fuerza? Digamos por ahora que del corazón, porque es algo muy difícil de expresar. En realidad, el hombre es como un conductor de esa fuerza, no es el que la genera, porque ella es algo universal. ¿Dé donde procede?: Del Mismo que creó las cosas, luego El las atrae hacia Sí con una fuerza tan potente que ellas no pueden desviarse de El. Las atrae continuamente hacia Sí, “todo retorna hacia El”, dice el Sagrado Corán: Toda la realidad, para dar una imagen, está como “volando” hacia El. Tal es la fuerza del amor, y cuando dos seres se unen, están como ubicados en la misma “frecuencia” que El manifiesta en el cosmos, se conectan con la armonía que El exterioriza para toda la realidad, y empiezan esos dos seres a atraerse, como El atrae hacia Sí la realidad. De la misma manera que El lo hace, un ser atrae a otro, y no digo solamente un hombre a una mujer, digo también dos amigos (“amigos” viene de “amados”). Amor, es la fuerza de la unidad, y odio es lo que desune.

Entonces si yo adoro aquello que es más sublime, más perfecto, si lo amo profundamente, me torno como eso, como el hombre y la mujer empiezan a parecerse. Me torno como eso y quiero adquirir sus virtudes y sus cualidades. Si amo a un ser humano que es noble, sacaré de él un gran beneficio, porque trataré de imitar su ejemplo, y querré parecerme a él. El secreto del amor es que el amante quiere parecerse al amado, y que el amado, para el amante, siempre es excelso. Si el amante no considerase superior al amado, no lo amaría. A una cosa fea, inferior, no se lo ama; debe verse algo de virtud en ella, algo secreta y oculta, y a eso se ama.

Además, el amor lleva al conocimiento, sin amor no hay conocimiento y viceversa, y esto es muy evidente, mucho más evidente, quizás, que el amor entre personas. Si un ser humano no ama lo que está haciendo, en realidad no lo conocerá nunca. Alguien puede asistir a la facultad de medicina porque su padre lo obliga, pero en tanto él no ame la medicina nunca va a conocerla a fondo. Es posible que hasta se reciba de médico, para luego abandonar el ejercicio de la profesión y no seguir los nuevos adelantos, porque no le interesa la medicina, y entonces se dedicará al arte o a la siembra, o a cualquier otra cosa.

Concluimos en que la adoración es amor, según la lengua árabe, y según lo concibe la mente del musulmán que adora. También, de acuerdo a una de las leyes del Antiguo Testamento, amor es adoración: “Ama a tu Señor con toda tu alma y con todo tu ser”, y cuando a Jesús (P) le piden un nuevo mandamiento, expresa: “Amaos los unos a los otros como yo os amo” (significa de la manera que los amo profundamente, ámense ustedes entre sí). Entonces, el amor une, el amor funde, el amor hace que el amante adquiera las cualidades del amado, como dicen los sufís; segundo, amor es conocimiento, el amante conoce cada vez más a su amado. ¿Qué otra respuesta podemos dar a “Quién es Allah”, que amarlo para poder conocerlo?

¿Qué conocemos cuando conocemos a Allah?: Nos conocemos a nosotros mismos. Allah no es un objeto exterior que podamos ubicar en el espacio, o en el tiempo, en el pasado, en el futuro, o en el presente. ¡Qué importante es amar lo más sublime y lo más perfecto!, lo que no es semejante a nada, y siempre guarda un secreto de lo que El es, y entonces lo amamos cada vez más. Ese amor nos lleva al conocimiento de nosotros mismos, porque no amamos a un objeto externo, sino a algo que hay en nuestro corazón, y cuando nosotros queremos conocerlo a El, en realidad estamos dándonos vuelta, tornándonos y mirando nuestro propio corazón; nos miramos a nosotros mismos, y nos conocemos a nosotros mismos. Dijo el Profeta (BPDyC): “Quien se conoce a sí mismo, a su Señor conoce”, a Allah.

[1] Dice en arameo: “Shema’ (escucha) Israel, Adonai (tu Señor), Elohom (tu Dios), Ehod (es Uno y Unico)”. Lo mismo dice el Sagrado Corán en árabe, según observamos en la llamada anterior, aunque la palabra coránica es más precisa y amplia.

sábado, 27 de junio de 2015

5.LOS TIPOS DE RESPUESTA.

Veamos cuántas respuestas pueden existir. Puede haber una respuesta directa, que el hombre expresa en su interior, la piensa interiormente, o bien la dice verbalmente. Existe, por otra parte, una pregunta y una respuesta tácitas, que el hombre no piensa, pero que las tiene en la conciencia, siempre, como “dándole vueltas”; no lo sabe expresar, o no lo quiere expresar, pero las tiene en su conciencia ocultas, tapadas: “¿Quién es Allah?”, “¿hay una Realidad última?”, “¿hay un Principio de todas las cosas?”, “¿hay un Fin último de todo?”. Por más humilde que él sea, siempre se planteará, sea en forma directa o tácita, todas estas cuestiones.

Entre las respuestas directas está la del filósofo, es una respuesta racional, que no satisface a todo el mundo. El filósofo explica la metafísica de esa pregunta y esa respuesta, y trata de encontrarles pruebas racionales. También puede haber la respuesta de la imaginación, del que no es muy filósofo, ni filosofillo, ni muy racionalista, pero concibe más o menos Quién es El, se lo imagina. Lo imagina como una fuente de luz, por ejemplo: Si es cristiano y sigue el dogmatismo, lo imagina como un ser humano, Jesús concretamente; si es hinduista se lo imagina como algo universal, no personal, Brahma, que está detrás de la materia; si es musulmán, y no tiene mucho conocimiento, se lo imagina como la luz, tal es el ejemplo que usa el Corán: Allah es la Luz de los Cielos y de la tierra, es decir no como algo personal, pues es imposible que El sea una persona.

El está presente en todo, pero no está con exclusividad en algo particular; además, no está en una sola cosa, como Jesús (P), porque Allah o Dios es Infinito, y las cosas individuales, las personas, cualquiera sean, son finitas, tienen un límite en el espacio y en el tiempo, surgen y desaparecen, tienen una silueta, una forma, y un tiempo limitado de vida. Además todas las cosas dependen unas de otras; todo en este mundo, sin excepción, es interdependiente. Entonces, El, que es Infinito, no puede ser un objeto, porque El no depende de nada. A Jesús (P) le pegaron, según dicen los evangelios canónicos, y en ese momento dependía de quien le pegaba, y si le hubiesen querido pegar más, lo hubiesen hecho; entonces dependía de otro. Sin embargo, Allah no debe depender de nadie, es absoluto. No existe, en definitiva, una idea personal de Allah en el Islam, El no es una persona.

Excluido el espantajo de “persona”, propio de la mente idólatra, el hombre cristiano puede concebir perfectamente Quién es El, tener un acercamiento aunque sea racional a la idea del Islam sobre “Dios”[1]. En conclusión la respuesta a “¿Quién es Allah?”, alguno la expresa con la razón, otro con la imaginación y, por fin, algo que todavía no mencionamos, otros siguen la opinión de un tercero, que le enseñó Quién es el Principio de todas las cosas, sea un sacerdote, un rabino, un monje hindú, un filósofo, etc., o bien sigue la tradición de los padres, un dogma en definitiva. Pero en tales casos, sin excepción, nunca logrará una respuesta propia. Esta persona recibe de otro su respuesta, por lo cual no es algo que sale de su corazón, del fondo de su ser. Sobre todo en el Islam rechazamos seguir ciegamente la tradición de los padres, por mera obediencia sin convencimiento, y afirmamos que la tradición sagrada proviene de los maestros de la humanidad, los Profetas (P) la cual es la única verdadera. La que se transmite del padre al hijo, no es válida en tanto el hijo no la pruebe y se convenza de ella. Cuando él la experimente, y sepa si es verdadera o falsa, la podrá aceptar o rechazar. Además creemos que a través de la “tradición de los padres” se corrompe la sociedad humana.

En conclusión, la respuesta puede ser directa, la de la razón, de la imaginación, y, por último, la opinión o falsa tradición, es decir el dogma impuesto por la creencia oficial o “tradición de los padres”. Pero, por otro lado, la respuesta puede ser tácita; alguien que no quiere pensar, tampoco quiere dar respuesta a la cuestión; está dedicado por entero al deporte, o al juego, o al sexo, o a los cantantes de moda, o está detrás de alguna ambición política, o de la riqueza material, y acumula dinero. Para él eso es “Dios”. Para cada uno de estos seres, cada una de las cosas que busca con amor y con ahínco, es “Dios”, es lo divino. Ha suplantado así al verdadero Divino por uno falso, tal es el auténtico idólatra. A través de un dios del sexo, de la moda, del juego, de la bebida, o cualquiera de las cosas que nosotros consideramos vicios, él ha dado salida a su necesidad de adoración, y se ha constituido un culto para sí mismo.

Sin embargo, éste que se ha negado a pensar y buscar también va a tener que dar alguna vez la respuesta, porque algún día deberá morir, y entonces se terminó el juego y la farsa, o puede accidentarse, sufrir, y entonces deberá buscar respuestas a las cosas, a la Realidad, y cómo puede tratar con esa Realidad Suprema, para que no le pasen cosas como las que padece.

¿Cuál es la respuesta del Islam? Al lado de todas estas preguntas y respuestas el Islam tiene la suya: El es según El Mismo dice ser. El es cómo El dice que es. No hay teología racional o natural posible, la verdadera teología es la Revelación del Señor de los seres, no la teología humana. El es como El dice que es. A Moisés le dice en la zarza ardiente: “Yo soy el Eterno, Yo soy el que Soy”. A Muhammad le dice lo mismo: “Yo soy el Señor de los seres, no hay Divino más que Yo”, y dice también: El es Allah, Uno y Único; Allah Absoluto y Eterno; no procrea ni fue procreado, (es decir, no genera nada de Sí, ni es generado por nada que Le anteceda, y no hay semejante a El nada en absoluto. Si entendemos esto, entonces entendemos la respuesta del Islam[2].

[1] La palabra “persona” significó originalmente “máscara”, por eso decimos que es un espantajo.

[2] Dice en árabe: “qul Hua Allahu Ahad”, “Di (Profeta) El, Allah, es Uno”; “Allahus-Samad”, “Allah es Eterno y Absoluto”; “Lam ialid”, “no procrea”, es decir no genera nada, no tiene prole, ni hijos; “ua lam iúlad”, “ni fue procreado”, es decir no tiene padres, ni antecedentes anteriores a El, es el Primero y el Ultimo, no existe nada ni nadie fuera de El; “ua lam iakun lahi kufúan áhad”, “ni hay en absoluto nada ni nadie semejante a El”, es decir no existe ningún ejemplo de El en ningún objeto, en ningún ser, que lo represente o que sea El en persona. El es, entonces, como El mismo dice ser, según El mismo lo manifiesta en Su Revelación. No hay encarnación, ni consubstanciación, ni nada por este estilo en el Islam.

sábado, 20 de junio de 2015

4.LA PALABRA ALLAH.

En consecuencia, partiendo de la prioridad del pensamiento, la respuesta a “¿Quien es Allah?” la debe dar todo ser humano, cada uno por su lado. Allah, en árabe, significa el Amado o el Adorado, es una palabra que no tiene plural, ni femenino, y se traduce generalmente como “Dios”. Pero la palabra “Dios” no contiene el significado entero y tan sublime de la palabra Allah[1].

El hombre, necesariamente, alguna vez, piensa en esa pregunta: “¿Quién es?”, o la piensa bajo esta forma: “¿Existe?”. De alguna manera se la plantea en algún punto de su vida; que después lo olvide, o que trate de ocultarlo, de taparlo, esto ya no interesa. Lo importante es que en algún punto de su existencia se plantea cuál es el Origen de toda la realidad. Si es muy filosófico, o menos filosófico, igual se plantea la cuestión.

En los momentos de angustia, de necesidad, de accidentes, de pérdidas de seres valiosos, en los momentos en que el hombre llega al límite de sus posibilidades, entonces necesita una ayuda, y comprueba que ningún ser humano, ni nada de lo que hay en la naturaleza, lo puede ayudar o auxiliar. En ese momento dirige su pensamiento hacia esa Realidad Suprema pidiendo auxilio, o al menos planteándose si existe, y de ser esto último cierto, anhelando que lo ayude, porque de El depende el hombre.

El problema es que la respuesta a “¿Quién es Allah?”, “¿Quién es el Principio de todas las cosas?”, “¿Quién es la Realidad, el verdaderamente Amable y Adorable?”, “¿Quién es el que está Presente a través de todas las cosas amables, adorables y bellas?”,. “¿Quién es el que le comunica ser al hombre?”, “¿Quién es la Verdad Suprema?”, “¿Quién es el que da respuestas a toda pregunta, a la pregunta más honda?” (a ¿qué soy? etc.), la respuesta a todas estas interrogantes, decíamos, el hombre por lo general las elude, se escapa de ellas, excepto en los momentos de angustia.

[1]El contenido de la palabra “Dios” no es suficiente para expresar la palabra Allah. “Dios” viene de una palabra sánscrita que significa “luz” simplemente. Si bien Allah da ejemplo de Sí con la Luz, El es más que ello, como ya vimos, es “Luz sobre Luz”.

sábado, 13 de junio de 2015

3.PRIORIDAD DEL CONOCIMIENTO SOBRE LA ACCION.

Entrando ya a nuestro tema, sabemos que el Islam es la doctrina revelada a Muhammad (BPDyC) y compilada en el Libro llamado el Sagrado Corán, que significa “la grande o excelsa lectura”, y fue transmitido por Gabriel (P), al cual se llama en el Islam el Espíritu Santo, durante veinte y tres años al Profeta Muhammad (BPDyC). Esa doctrina concierne a todos los aspectos de la vida humana, no es devoción solamente, ni ley externa, es tanto devoción, ley externa, política, vida familiar, vida personal, higiene, pensamiento científico (porque el Sagrado Corán trae principios científicos). Es, en síntesis, un modo de vida, lo que en árabe se llama “Din”. Todos los aspectos de la vida humana están contenidos en esa enseñanza que recibió el Profeta (BPDyC) de parte de su Señor, a través del Espíritu Santo (P).

En el Islam la prioridad está dada antes que nada al conocimiento, no a la acción; se afirma la superioridad del conocimiento, considerándose a la acción como el resultado de lo que el hombre conoce. Esto surge claramente del Sagrado Corán, y de las enseñanzas del Profeta, con él sean las Bendiciones y la Paz, y significa que la conducta del ser humano es el resultado de su estado interior, de su estado de conocimiento, de sus pensamientos. Esta es una constante en todas las tradiciones espirituales: El hombre es lo que conoce.

La creencia del hombre tiene como fruto sus obras, aunque éstas a su vez influyan sobre sus creencias. Por las obras, entonces, conocemos las creencias del ser humano. Lo que cree, lo que piensa, no lo podemos saber a menos que lo conozcamos muy íntimamente, pero sus obras podemos conocerlas, y a través de ellas conocer sus pensamientos, o el grado de su conocimiento, o su estado interior. Sin embargo, esta raíz, que es el estado interior, es la que produce las obras del ser humano. Por lo tanto, es más importante el estado interior, el conocimiento que posee el hombre, que sus mismas obras, pues dicho conocimiento determina todas sus acciones. Aunque debemos reconocer que nunca podremos conocer el interior de una persona como esa misma persona puede llegar a conocerse a sí misma.

Es por ello que sería inútil de nuestra parte responder a “¿Quién es Allah?” de acuerdo al corazón de cada uno de nosotros, pues cada uno dará su propia respuesta, que será diferente a la de otro. Ello no significa que Allah sea diferente en Sí Mismo, o que El vaya variando según la persona de que se trate, sino que cada cual lo alcanza a conocer en un grado diferente, como se conoce el universo, por ejemplo, por parte de un astrónomo, o bien de un comerciante, o de un hombre con cultura general (sin que deje el universo de ser el mismo). Esto demuestra, por otra parte, que el conocimiento de Allah es infinito, ya que El Mismo es Infinito.

sábado, 6 de junio de 2015

2.CAMINOS DE ACERCAMIENTO HACIA LA RESPUESTA PERSONAL.

Sin embargo, vamos a intentar abrir algunos caminos de acercamiento a la respuesta, y tratar de llegar a algunos puestos de peregrinación hacia ella.

En el mundo islámico se produce anualmente lo que se llama la Peregrinación, que tiene un doble significado, uno externo y social, que es la reunión de un conglomerado de gentes, que por lo general llega a los varios millones de individuos, de todas las partes del mundo, de todas las razas, culturas y posiciones sociales, que se hermanan desde lo más exterior hasta lo más interior, desde la vestimenta que usan (porque todos deben utilizar un atuendo blanco sin costuras, ni adornos, ni identificación alguna, para que no haya distinción ninguna entre ellos), tanto como se hermanan interiormente, de corazón, en las prácticas, y en la motivación que los llevó a ese lugar, Meca, el Templo de la Ka’bah (cubo).

Pero, ¿de dónde parte esa muchedumbre?; sale de puntos determinados, de lugares establecidos para tomar el atuendo y el estado de purificación. Hasta ese punto llegan con sus vestimentas, con sus diferencias, con sus mentalidades y falta de experiencia de la verdadera hermandad. Pero allí se despojan del oro, de la plata, y de las distinciones personales, para hermanarse el negro, el blanco y el amarillo, en una sola muchedumbre que se dirige hacia el mismo centro.
En el transcurso de nuestra exposición trataremos espiritualmente de llegar a un punto donde deberemos purificarnos. Hasta allí se puede hablar abstractamente de “Quién es Allah”, pero, análogo a la Peregrinación, desde ese punto hasta la ciudad de Meca, y hasta la Ka’bah (el templo y centro espiritual de la ciudad), se abrirá el camino del conocimiento de sí mismo. Esos puntos de congregación de las muchedumbres, al este y al oeste, al norte y al sur, están todavía lejos de la ciudad y del templo; hasta allí todos llegan con sus diferencias, de ahí en más todos congregan por diferentes caminos hacia un sólo centro que es la Ka’bah, con una sola intención y hermanados por el mismo atuendo de la Peregrinación. Por analogía, a través del conocimiento de nosotros mismos nos despojamos de toda diferencia, y adquirimos la vestimenta de la purificación.

El sentido espiritual de la Peregrinación es el conocimiento de sí mismo, es un salir al encuentro de sí, ir hacia el centro de sí mismo, así como los hombres van exteriormente hacia la Ka’bah a encontrarse con su Señor.

Esta sería la respuesta real a la pregunta del inicio. Pero nosotros, en nuestra exposición, no podemos hacer más que llegar a los puntos en que debemos sacarnos la ropa exterior, y ponernos el atuendo de la purificación.