Esa doctrina de la Unidad es la base de toda la vida en el Islam, determina la ley, la ética, la política, de ella deriva un sistema completo de vida. La enseñanza del Islam tiene esta peculiaridad, se fundamenta sobre el intelecto, no exige de entrada fe o convicción, porque la fe para nosotros es un estado elevado, con el que no puede empezar el hombre común su vida espiritual. Comenzamos con la simple enseñanza sobre el medio social que nos rodea, para rectificar nuestro modo de vida; después sigue la observación de las opiniones, para purificar nuestro pensamiento de toda opinión nociva; luego llegamos a la simple creencia, seguida por ciertas intuiciones sobre el mundo sutil. Además de ello, a continuación debemos pasar por otros conocimientos hasta llegar a la convicción, y allí recién entramos en la fe. Entonces, nosotros nos oponemos a la doctrina que dice que lo primero es la fe, siendo que para nosotros lo primero es el intelecto.
Nuestra doctrina tiene de peculiar que se fundamenta sobre la prueba racional. El hombre debe convencerse racionalmente de la existencia de ese Principio, en base a la guía del conocimiento y de la ciencia, y rechazar la mera tradición de los padres, “mera” porque uno no la ha probado, sino que la acepta socialmente.
Hay dos tipos de tradiciones, la tradición de los padres, y la tradición sagrada, la primera es, por lo general, una tradición decadente, porque todo lo social o institucional, que depende de los hombres, se degrada, como la misma vida humana, el comercio, las ciencias, las artes, todo ello sometido a la decadencia. También las religiones, y “la tradición de los padres”, que uno recibe como “la fe”. Por el contrario, uno debe distinguir lo verdadero de lo falso, y a ello está obligado porque posee algo excelente dado por el Señor de los seres: el intelecto. Esto es lo mejor, y si uno no lo utiliza para El, que el Mejor, está traicionando a su propio intelecto. Lo superior del hombre debe abrirle el paso por el sendero hacia la Verdad.
Para nosotros hay también dos tipos de ciencia y de conocimiento, el conocimiento materialista y ateo, y nuestro, y ambos, se diferencian en muchos aspectos: En primer lugar, por el método; el materialista y ateo sólo ve las cualidades materiales de lo que conoce, y sólo le hace caso a los sentidos y a la experiencia para determinar si algo es real o irreal, verdadero o falso. Los sentidos y la experiencia para nosotros son poca cosa, pueden constituir una parte del conocimiento verdadero, pero siempre algo parcial. Se puede cuestionar a los sentidos muy fácilmente, pues ellos se equivocan con mucha facilidad, se puede cuestionar aún que los conocimientos que logra el método materialista y ateo están limitados temporalmente, muchas teorías han aparecido y con el tiempo han sido rebatidas y abandonadas por no ser verdaderas. ¿Cuánto tiempo creyeron que la tierra era plana, lo cual constituía un burdo error? La ciencia materialista tiene como método un falso “anti tradicionalismo”, esto es, ella arremete contra todo lo que viene del pasado, para rechazar o impugnar en forma crítica continua.
El Islam no tiene ese método, el nuestro es intelectual, se apoya en la tradición verdadera y sagrada de los Profetas, entre los cuales está Jesús, Moisés, Abraham, Noé y el más grande de todos ellos, el profeta Muhammad, con todos ellos sean las Bendición y la Paz. Y se apoya también en la experiencia personal, cuyo fundamento es el intelecto, no solamente la tradición. Nosotros consideramos que el intelecto está unido a la realidad de las cosas, más todavía que los sentidos. Estos constituyen una mediación, un medio que no está unido directamente a lo real, pero el intelecto ataca directamente la realidad de las cosas. La única condición que debe cumplir el intelecto es la del aprendizaje, y cuando él es educado puede alcanzar la verdad por sí mismo. Para eso se necesita de maestro.
Para nosotros el intelecto tampoco es algo individualista; por el contrario la ciencia moderna y atea se precia de ser individualista, tiene sus grandes personajes, y destaca sobre todo la competencia entre los científicos. Estos son empujados a tener una contribución que los destaque personalmente. Nuestro intelecto no se concibe así, es un intelecto universal, el que existe en todos los hombres, pero además, el que proviene como una luz de arriba, no algo que ejerzo como una potencia privada.
Nuestro método de conocimiento utiliza los sentidos, pero les otorga su real dimensión, como afirmamos antes, no rechaza la experiencia, pero la somete al intelecto; este es el patrón y la matriz de todo conocimiento, aunque sin embargo, rechazamos los desvíos intelectuales, por ejemplo, el desvío abstraccionista, la manera puramente abstracta de tratar las cosas, cayendo en un intelectualismo vacío. Esto tampoco nos conforma, constituyendo el extremo opuesto a la ciencia materialista.
Nuestro intelecto, según lo concebimos, ostenta verdades fundamentales en las que se basa todo conocimiento, como cuando afirmamos, por ejemplo, que “para todo efecto existe una causa”, o que “los contrarios no pueden ser unidos”, o que “el doble es mayor que lo simple”. Son evidencias que tenemos en nuestro intelecto, que se entienden por sí mismas y no necesitan justificarse; son verdades fundamentales, de la esencia humana. Significa esto que ese intelecto tiene una riqueza, un contenido de ideas y verdades, que le permiten adquirir otras verdades nuevas, como el afirmar “dos más dos suman cuatro”, o “la densidad de un cuerpo determina su peso”.
Pero además de tener esos conocimientos básicos en nuestra esencia, creemos por otro lado en los símbolos sagrados a lo que llamamos “las huellas de lo trascendente”, que se presentan en todas las cosas, sea un ser humano, una piedra, el cielo, la tierra, o cualquier otra cosa, tanto como los hechos que suceden, todo presenta Signos de la existencia de lo trascendente, del más allá. Creemos en la posibilidad de obtener ciertos conocimientos puros de lo superior, del más allá, de Allah, del mundo de la Luz, de lo que va a pasar después de nuestra muerte, de lo que sucedió en el pasado, o en el origen del mundo, de dónde viene este mundo y hacia dónde va, etc. Creemos firmemente poder obtener estos conocimientos, aunque la ciencia materialista y atea los cuestiona, y en su mayor parte los rechaza.
Nosotros creemos en la tradición sagrada de todos los Profetas. Para nosotros todos ellos provienen de una Fuente única, que es Allah, el Señor del universo; a todos ellos se les ha dado el mismo Mensaje, y todas las religiones tienen una misma Fuente, y originalmente son lo mismo. Aquello en lo que se diferencian es producto del paso del tiempo, y sobre todo, invento del sacerdocio, que va injertando innovaciones dentro de ellas, originalmente puras.
Creemos, además de poder obtener un conocimiento de lo Superior y lo Trascendente, en la justicia en el mundo, en a belleza, el bien, y la verdad. Creemos que todo ello solamente nuestro intelecto, y no la ciencia materialista, les da un fundamento racional. La ciencia materialista no nos dice cómo establecer la justicia en el mundo, a ella le interesa lo sensible, lo experimental, nada más; no nos dice qué es la belleza, qué es el bien, o la verdad, encuentran a todas estas cosas como existiendo de hecho, y los más errados aún sostienen que no existen. Nuestra ciencia, la sagrada, la del intelecto verdadero, justifica y da fundamento a todo lo abstracto.
Lo principal en nuestro método de conocimiento es el discernimiento, y sólo el intelecto produce tal discernimiento. “Discernir” significa “separar”; debemos separar el trigo de la cizaña, la verdad del error, lo sagrado de lo degradado, etc. Esta potencia de discernimiento la tiene naturalmente el alma humana, ella percibe y discierne porque en su esencia se encuentra tal posibilidad, percibe lo que es injusto, lo bello y lo horrendo, lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo, y sabe discernirlos intuitivamente, no necesita que nadie le enseñe. A eso llamamos esencia humana, en árabe al-fitrah, intelecto esencial, todas las demás son derivaciones, o bien deformaciones.
Nuestro método de conocimiento, llamado Tauhid, no rechaza ningún aporte, sea de los sentidos, sea de la ciencia física, o de cualquier otra ciencia. Es el método del Sagrado Corán, y está descrito allí. Nuestro conocimiento no se diferencia solamente por su método del conocimiento de la ciencia materialista, sino que se diferencia también por el fin. La ciencia materialista y atea, y el conocimiento de ella derivado, no pueden interpretar la verdadera realidad, son estériles; interpretan “hechos” y a eso llaman “realidad”. Nuestra ciencia puede interpretar la realidad en sus dos aspectos, el aspecto material y el espiritual; el método materialista ni siquiera puede conocer el origen del mundo material, en definitiva es parcial y limitado. El nuestro es total, tanto para la naturaleza, para la conducta, como para la Trascendencia, es el conocimiento sagrado.
Por último, también ambos métodos se diferencian por la fuente de conocimiento, nosotros consideramos que la evidencia, como ya hemos afirmado, es una fuente de conocimiento, y el otro considera que solamente lo es la experiencia que se tiene de las cosas.
Para la pregunta “¿Quién es Allah?” la respuesta debida es un cierto conocimiento. Quizás alguien imagine que dicha respuesta debe ser filosófica o científica, o quizás que debe ser una respuesta devocional, dogmática, no siendo nada de eso. Nuestra respuesta pretende arribar a un punto en que ustedes conozcan algo que les permita dar ustedes mismos la respuesta. Ello es que solamente existe un método y un conocimiento, y una sola ciencia, la ciencia del Tauhid, para dar respuesta a la pregunta “¿Quién es Allah, el Principio de todas las cosas, el Eterno, el Adorable, el Amable?”.
Creo que hemos dado algunos vistazos sobre algo que nunca se acabará, un tema infinito, el del conocimiento del Señor de los seres, siendo que El mismo es Infinito. No hay una sola respuesta, ni una palabra definitiva única.
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